La migración arahuaca
Los procesos de poblamiento indígena y el abanico de relaciones interétnicas desde un sentido más amplio, incluyendo los denominados sistemas de interdependencia y microsistemas políticos, ocurridas en el territorio que hoy conforma Venezuela, han sido reconocidos desde múltiples perspectivas y sobre todo, tratando de mostrar la socio-diversidad y lingüo-diversidad presentes en diferentes momentos históricos regionales y locales del subcontinente. Una definición clásica presenta una gran división tipológica, los llamados pueblos de tierras bajas (cultura de selva tropical) y aquellos de las tierras altas; describiendo a los grupos de las tierras bajas como sociedades políticamente descentralizadas y sin estado ni estratificación (Biord, 2005)
Así mismo, se han propuesto modelos de organización social diferenciados para los grupos Caribes y Arahuacos, quienes pertenecían al mismo horizonte civilizatorio y compartían e intercambiaban, numerosos recursos culturales. Hallando una organización social Arahuaca sustentada por fratrías patrilineales, localizadas y exogámicas basadas, a su vez, en dos o más sibs o linajes patrilineales, localizados, exogámicos y jerarquizados de acuerdo a su mitohistoria (confer González Ñáñez, 2005; Vidal, 2002, 2000). Visto así, en ese mosaico de sociedades indígenas, es posible asumir que aquellos grupos hablantes de lenguas agrupadas en un mismo tronco lingüístico tienen menor distancia estructural; es decir, comparten un mayor número de recursos culturales y de instituciones sociales.
Pero es de interés en este análisis, la migración de los grupos Arahuacos (o Maipure) o de grupos arahuacos hablantes. Para el momento del arribo de los europeos; estos pueblos habían colonizado una gran extensión del espacio continental e insular: las Antillas mayores, Bahamas, Trinidad. Diversas áreas de la región amazónica y una porción septentrional de Suramérica: la región de Guayana y el noroeste de nuestro país, costas de Paraguaná hasta los Llanos occidentales y la península de la Guajira.
En el contexto colonial, los pueblos arahuacos se encontraban en lucha permanente con pueblos caribe hablantes, procedentes del bajo Amazonas y desplazándose hacia la fachada norte caribeña. Los enfrentamientos entre los pueblos arahuacos, aliados de los españoles, y los caribes, aliados de los ingleses y holandeses, en el siglo XV, dio origen a la leyenda española de los "buenos arahuacos" y los "malos caribes", belicosos y antropófagos (Radin, 1946).
De acuerdo a González Ñáñez (2005) se señala la región del NW amazónico como el lugar de etnogénesis de la gran mayoría de las lenguas Maipure-Arawak suramericanas. Y con mayor, especificidad la región del Alto Río Aiarí, por considerarse un lugar “extremadamente” (sic) sagrado, conocido entre los pueblos arahuacos del área como el ombligo del mundo. De acuerdo a Vidal (2000: 9), la antigüedad de la familia Maipure no es menor a los 5000-6000 años a. P. y que entre los 2500 y 3000 a. P., los hablantes del Maipure septentrional, que ocupaban extensas zonas del NW amazónico, se habrían asentado en la región comprendida entre el Amazonas central y la cuenca hidrográfica del río Negro. Al parecer, ésta cuenca va a jugar un papel fundamental en la dispersión temprana de las lenguas Maipure.
Vidal (2002) por otro lado, ha señalado la posible vinculación de algunos petroglifos de la región nor-central y de las Antillas Menores, con los ritos de iniciación (ritos de pasaje) o la religión del Kúwai (Kúwe o Katsimánali) representante terrenal del dios creador (Nápiruli para los Warekena). Llevado por las naciones maipure-arawak, en íntima relación con las rutas migratorias y zonas de expansión de estos pueblos.
Alberta Zucchi (1988) argumenta que durante la etapa de expansión caribe, ocurrida alrededor del 1500 A.C., los grupos Caribes de las Guayanas adquirieron de los arahuacos los conocimientos para el desarrollo de la vegecultura; lo que facilitó, tal vez, a los pueblos caribes un modo de vida sedentario y el crecimiento demográfico de la población. Por otra parte, Vidal & Zucchi (1996: p.116), exponen que, para algunos autores, las diferencias observadas entre los macrosistemas (siglos XVI±XVII) y las formaciones amerindias tardías (siglos XVIII±XIX), se originaron por un lado, en la emergencia de nuevas formaciones societarias indígenas y a la progresiva sustitución de las economías y de las formas de interconexión y distribución geopolíticas y socioculturales amerindias por el modelo colonial implantado. Para otros en cambio, fueron el resultado del establecimiento y expansión de las fronteras coloniales; dando origen a los procesos deletéreos de aculturación y destribalización de las naciones amerindias y de su horizonte civilizatorio.
Para reconocer las transformaciones que ocurrieron entre el siglo XVIII y la tercera década del XIX, es necesario tomar en consideración los procesos de cambio del sistema-mundo y del sistema regional, donde vamos a encontrar la tensión y confrontación de dos horizontes civilizatorios desiguales en su estructura y cosmología, el Orinoco-Amazonense y el Occidental. Y posteriormente, por la inserción-participación de los pueblos indígenas en la situación colonial periférica.
Gasson (2000: p. 590) expone que en los inicios de la Colonia, los arahuacos del Orinoco y de la costa oriental se convirtieron en socios comerciales de los españoles, debido a su conocimiento de la parte continental y a sus bienes de intercambio como el oro, las perlas, prendas de algodón, las mujeres y los alimentos. Alrededor de 1550, el comercio arahuaco se centró principalmente en la isla de Margarita, primer enclave de importancia en la región.
Un acercamiento con mayor profundidad debe integrar propuestas como la de Zucchi (2000), las cuales, reconociendo e identificando evidencias como los sitios rituales o sagrados y seculares (asentamientos o pueblos); junto a los caminos (rutas fluviales y terrestres) y los hitos geográficos míticos, los sitios sagrados llegan a ser los lugares o áreas de residencia de los ancestros o de origen del mundo, así como aquellos de recreación societaria o destinados a ceremonias sagradas. Una perspectiva que viene a sumarse a la propuesta por Santos-Granero (2004) y a la existencia de una escritura del paisaje, realizada desde la ritualidad y la mitología.
En tanto, dicho paisaje está imbuido de profundo significado histórico que es constatado o leído en los diferentes rasgos (topogramas y topografos) presentes en el mismo y que funcionan como marcadores culturales mnémonicos o memorísticos de la historia y de la conciencia histórica de los “pueblos sin historia”. Junto a los Yanesha, arahuaco hablantes, descritos por Santos-Granero (Op. cit.) podemos incorporar a los Nasa de Colombia y a los Wakuénai y Walékjena de Venezuela (confer González Ñáñez, 2005 y 1980).
Desde la orientación de los elementos etnohistóricos revisados sobre la ocupación del territorio que hoy conocemos, apuntan a adaptar cualquier análisis a un nuevo tipo de espacio, producto este, de procesos preliminares de ocupación. Sin embargo, lo expuesto (de manera muy sucinta), no expone el complejo panorama cultural y lingüístico. Los pueblos arahuacos que hoy habitan nuestro territorio derivan de procesos de territorialización iniciados a partir de la segunda mitad del siglo XVII y las primeras décadas del siglo XVIII, relacionados básicamente a la entrada de las misiones religiosas y asociados a malas políticas indigenistas, entre muchísimas otros procesos.
En la actualidad, la familia etnolingüística Arahuaca o Arawak es integrada por los pueblos Arahuaco o Lokono (Arawak) en el estado Bolívar; Los Wayuu y Añu (estado Zulia); y los Baré, Kurripaco, Baniva, Piapoko y Warekena (estado Amazonas) y sus estrategias de subsistencia, reconstruidas alrededor de alrededor de actividades que se han alejado de las tradicionales, ya no responden a las expectativas y necesidades de las poblaciones. Sus actuales valores y parámetros provenientes del mundo occidental, ocupan un lugar cada vez mayor en la búsqueda de nuevos modos de vida. Los cambios surgidos durante el último siglo en los diferentes contextos territoriales donde habitan los arahuacos, han conducido a la pérdida de sus conocimientos ancestrales sobre el hábitat y su cosmogonía, incidiendo a su vez en una rápida evangelización cristiana y la pérdida paulatina de la lengua, entre otros elementos culturales sustanciales. Es así que se han ido integrando a diferentes contextos, incluso coexistir con otros pueblos, lingüísticamente diferentes.-
S.G.R. ©2011
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