Sobre la Religión


El término “religión” viene del latín religare, transmitiendo el sentido de integrarse constantemente a la totalidad cósmica. El hecho religioso es uno de los elementos que constituye el éthos social, en la gran mayoría de los modelos culturales. Como representación cultural, la religión ha marcado algunas de las pautas de comportamiento de muchas sociedades, en su proceso de organización y comunicación con el universo. La necesidad de localizarse en el tiempo y en el espacio (en relación al cosmos) como una forma de orientarse, estructurar el orden y comunicarse se estableció a hacerse parte de la naturaleza del ser humano. Desde un comienzo enfrentar la razón de ser de los mitos, intentó encontrar (mediante un nuevo método de conocimiento) el de la razón, un fundamento y unas causas a los mismos fenómenos que el mito, daba como producidos por los seres divinos y heroicos de tiempos lejanos. Desde finales del siglo XIX muchos científicos sociales estuvieron en la búsqueda de estos orígenes.  

Evans-Pritchard (1981) expresó que “…el comportamiento religioso atribuye coherencia al ser humano en la construcción de las relaciones sociales cooperativas y unificadoras, manifestándose como un elemento de cohesión, que fortalece y empodera las colectividades. Para él, las religiones primitivas pueden contribuir a comprender la naturaleza de la religión en general”. (p.6). James Frazer (1993) planteó la idea de que la cultura evoluciona a partir de la creencia en la magia, que precede a la religión, y que finalmente desemboca en la ciencia.

Tanto la antropología, como la sociología y la psicología tratan de explicar lo religioso como elemento un antropológico. Con el texto Culture Primitive, Edward Tylor (1958) explicó la religión como una creencia en los espíritus. Este autor pasó tiempo analizando las religiones y sujetó sus fundamentos teóricos, al concepto de animismo. Para él, los pueblos primitivos eran básicamente racionales en su idea de las almas, pero que tenían poco conocimiento científico. Creía que la mente se mejora a medida que adquieren más conocimiento científico. Pero fue Emile Durkheim (2003), en su análisis de la religión, quién planteó la existencia de un “universo simbólico” que da sentido de existencia a un grupo social. Durkheim expresa que “todo grupo humano tiende a absolutizar y sacralizar los valores a los que, en definitiva, confía la legitimación de su existencia”…. "todas las religiones son comparables, y ya que son todas especies de un mismo género, hay necesariamente elementos esenciales que les son comunes, y estos elementos permanentes son los que constituyen lo que hay de eterno y de humano en la religión."

Así mismo, Mircea Eliade (1981) sostiene que “un símbolo religioso transmite su mensaje aun cuando no se le capte conscientemente en su totalidad, pues el símbolo se dirige al ser humano integral, y no exclusivamente a su inteligencia” (p.80). Con los primeros filósofos, aparece en Grecia la crítica al mito como forma de explicar el mundo. Este tránsito de lo simbólico a lo social, como marco de concreción de lo numinoso[1] vivido colectivamente, se lleva a cabo a través de lo que M. Eliade, ha denominado hierofania. Bajo este término, se incluyen a todas aquellas realidades de la existencia que, determinado grupo social experimenta como reveladoras de órdenes trascendentes de realidad. Para una colectividad religiosa, que se siente integrada al cosmos, cada mundo fundado como su realidad organizada debe revelar lo real y absoluto. Clifford Geertz (1994) en su estudio sobre el islam en Marruecos e Indonesia, realiza una diferenciación entre lo que él denomina la fuerza de un modelo cultural, como un sistema simbólico usado para interpretar la experiencia, y su ámbito. La fuerza, enmarcada en el ámbito religioso, es el eje de todos los actos que orientan la existencia de un individuo y el ámbito es el alcance de los contextos sociales donde la creencias religiosas de un individuo tienen pertinencia (secular).

Entonces, la territorialidad de lo sagrado como una práctica que da estructura y funcionamiento al sentimiento religioso (con identidad y dinámica propia), es concebida como un sistema. Ese sistema territorial, al manifestarse como revelación del espacio absoluto, a partir de un punto fijo alrededor del que se organiza el resto del orden estructurado, se comporta como una realidad absoluta de valor existencial para el ser humano al mismo tiempo, siendo dotado de dinámica propia. Su lenguaje está basado en símbolos y mitos, columna de los aspectos culturales en la dinámica humana. De ese modo, la unidad socio-espacial aparece como ente colectivo, también percibida como totalidad y expresión del mundo real. Max Weber (S/F) plantea que “El condicionamiento religioso del estilo de vida también es uno, aunque sólo uno de los factores condicionantes de la ética económica. Claro que el propio estilo de vida religiosamente condicionado está profundamente afectado por los factores económicos y políticos que actúan en el interior de determinados límites geográficos, políticos, sociales y nacionales” (p.5). La visión del mundo del pensamiento religioso, por consiguiente, es capaz de percibir y representar totalidades y la organicidad de la vida.

Para Geertz (1992), el término religión le da significado a la vida (ethos) adoptando una forma de vivirla de acorde a postulados, que le son vinculantes (p. 89). Finalmente, Evans-Pritchard (1981), nos indica que “A un antropólogo no le concierne la verdad o falsedad del pensamiento religioso,…no tiene posibilidad de saber si los seres espirituales de las religiones tienen o no cualquier tipo de existencia…Las creencias son para él, hechos sociológicos, no teológicos, y lo único que le interesa es su relación con cada una de las otras creencias y con los demás hechos sociológicos. Su problema es científico, no metafísico ni ontológico.-

[1]  El término numinoso es acuñado por Rudolf Otto (1869-1937), teólogo protestante alemán y uno de los pensadores del tema religioso más influyentes en la primera mitad del siglo XX.  Lo numinoso sería para Otto, la emoción misma de lo divino que suscita en el hombre un arrobamiento y éxtasis.


SGR. 2010

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