Deambulan por tierra de restricciones

"Sarha significa deambular libremente, a voluntad, sin restricciones", escribe en Paseos Palestinos: incursiones en un paisaje en desaparición un relato de seis paseos, en Cisjordania, que ganó este año el Premio Orwell, el galardón británico más importante para la escritura política. "Un hombre que emprende un sarha deambula sin dirección, sin verse restringido por el tiempo y el lugar".Claro que resulta difícil no verse restringido en territorios ocupados, donde el movimiento está más limitado cada día por un creciente número de bardas, muros, barreras, puntos de control, asentamientos y las carreteras independientes construidas para conectarlos. Sin embargo, Shehadeh, abogado y fundador de Al Haq, organización palestina de derechos humanos, quien ha vivido toda la vida en Ramallah, salvo por una estancia en Londres para estudiar derecho, aún lo intenta.Un paseo reciente empezó al lado de una carretera cerca de la aldea de Ein Sinya, a poca distancia en auto del centro de Ramallah. Shehadeh dio pasos por un sendero bordeado de plantas de salvia, cardos sirios, orégano en flor y alcachofa silvestre.A ambos lados se levantaban terrazas de olivares, apuntaladas por piedra caliza.El paisaje bucólico dista mucho de la Cisjordania de la imaginación popular. Fue con esa impresión en mente que Shehadeh se puso a escribir el libro: para plasmar en papel su experiencia del lugar, sin que estuviera mediada por la imaginación histórica ni por las imágenes de las noticias, para los lectores que piensan en Cisjordania sólo en términos de conflicto y violencia.En el texto, sin embargo, un paseo es interrumpido cuando el sobrino de 10 años de Shehadeh recoge del suelo un misil sin explotar; otro, cuando la policía palestina los somete a él y a su esposa a una prolongada balacera. Con el tiempo, los seis paseos, de 1978 al 2006, se impregnan de una angustia cada vez mayor.Después de seguir un tiempo el tortuoso camino en ascenso y pasar por delante de una pequeña cueva, Shehadeh se encontró con una estructura de piedra con forma de iglú, llamada qasr, un tipo de vivienda antigua de campesinos, en cuyo interior almacenaban las aceitunas y dormían sobre el tejado.A mitad de camino para llegar a lo alto de una colina, su rostro encendido por la subida, Shehadeh se detuvo para examinar el panorama que se extendía al poniente: cadenas de montañas que se superponían suavemente las unas a las otras, más terrazas, más olivares y grupos de edificios de piedra con tejados planos que adornaban las colinas: aldeas palestinas."Jefna, Birzeit, Atara", dijo nombrando cada aldea, así como un campamento palestino de refugiados, "Jalazon", entre las demás poblaciones. "¿Ve cómo brilla la luz sobre la piedra caliza?" En el campo de visión de Shehadeh también había ordenadas filas de tejados rojizos, sin duda los de un asentamiento israelí.Al preguntarle el nombre, la voz de Shehadeh se hizo grave."Beit El", respondió, para agregar después de una pausa: "En los paseos intento no ver eso".Encontrar paseos en Ramallah en los que no se pueda ver un asentamiento israelí es casi imposible. Hay unos 130 asentamientos y puestos avanzados en Cisjordania, y casi una docena en la zona de Ramallah. Siguen siendo una de las cuestiones más polémicas del conflicto y, para los palestinos que hacen caminatas, una fuente considerable de incomodidad. Shehadeh, que es cristiano, dice que no puede contar el número de veces que sus caminatas han sido interrumpidas por colonos, algunos armados, que no aceptan como explicación de su presencia en las colinas de que está, sencillamente, de paseo.Los ojos de Shehadeh se dirigieron a una piedra caliza en la tierra. Era un fósil, con líneas que salían de su centro. Inspeccionó los surcos."De cuando esto era un lecho marino", dijo.El hallazgo era apropiado, en vista de que Shehadeh había explicado previamente que uno de los pocos consuelos al alcance de quienes viven en medio del conflicto entre israelíes y palestinos no es sólo una visión a largo plazo, sino también una visión geológica."Con el tiempo, la naturaleza nos vence a todos", dijo. "Los cruzados estuvieron aquí cientos de años y lo que queda de ellos son piedras. Las plantas crecen y la naturaleza toma el control. Somos pequeños puntos en el continuo del tiempo".

ABBY AGUIRRE . The New York Times.
nytimes.com/books

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